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El ojo de Sevilla
miércoles, 25 de junio de 2008
(Publicado en ABC de Sevilla)
Una hermandad grande con un proyecto grandioso. La Hermandad de la Macarena está llevando a cabo un programa de asistencia a los hermanos más mayores de la corporación que se encuentran impedidos, para acercarlos a la basílica a participar en los cultos de la hermandad, donde se encuentra el referente de sus devociones.
Esta idea surgió en el seno del grupo joven tras conocerse el caso de dos señoras que no pudieron recoger el pergamino que la corporación les iba a regalar cuando cumplieron las bodas de platino como hermanas. La hermandad les llevó el pergamino, un centro de flores y una foto de la Virgen de la Esperanza. Pero, ¿cuántos hermanos tendrían problemas similares?
Ante esta inquietud el grupo joven recogió a los dos primeros hermanos impedidos para acompañarles a asistir a la Función del Señor de la Sentencia y así se inauguró el programa. El colectivo trasladó la idea al teniente de hermano mayor Manuel García y al consiliaro de juventud Manuel Bello. La hicieron extensible a la junta de gobierno, que lo aprobó por unanimidad.
El programa tuvo tal éxito que se hizo extensivo a los otros colectivos macarenos -armaos, costaleros y diputados de tramo, etc-. Los grupos van rotando cada día de recogida de ancianos. Así mismo, hay cuatro categorías de voluntarios, dentro de cada grupo: con coche, acompañantes, voluntarios para recibir en la basílica a los ancianos una vez son recogidos y los que llaman por teléfono a los hermanos mayores de 70 años.
Actualmente están apuntados al programa 136 voluntarios repartidos entre los distintos grupos y, hasta ahora, han recogido a 81 ancianos para que participen en los distintos cultos de la hermandad.
Cada grupo nombra un coordinador y se reunen periódicamente para planificar los días. Por otra parte, se reparten por distritos a la hora de recoger a los ancianos, para no tener que desplazarse muy lejos.
Normalmente, como las personas que necesitan ayuda no avisan, los voluntarios que tienen asignada esta función llaman por teléfono ofreciéndose a ayudarlas ya sea mediante asistencia material o espiritual, también administrándole la comunión llevando a cada casa al rector de la basílica. Algunos han solicitado que le lleven a ver a sus hermanos carnales, ya que en muchos casos sus circunstancias imposibilitan que puedan verse. Dado el buen funcionamiento que está teniendo el programa, se está elaborando unas fichas de cada hermano impedido donde se exponen sus circunstancias y necesidades. La hermandad gestiona una atención integral, ya sea con medicinas, teleasistencia, un contrato especial con Telefónica cuyo coste es inferior al habitual y otro tipo de ayuda.
Al ser un programa de asistencia a personas que son historia viva de la hermandad, la cantidad de anécdotas e intrahistorias que disponen los voluntarios es enorme.
Uno de los casos que cuentan es el de Antonio Pérez, número 4 de la corporación, que llevaba casi año y medio sin bajar a la calle. Cuando lo recogieron, contaba que recordaba cuando se llevó al Señor de la Sentencia por la calle San Luis hasta su casa, junto a su abuelo y su padre, mientras se escuchaban disparos, en 1936. Casi ochenta años después de estos trágicos sucesos, Juan Ruíz, el hermano mayor, le dio unas potencias del Señor mientras lo cambiaban y Antonio se acercó al Señor y se puso a contarle cosas, como hacía cuando lo tenía en su casa.
Otra hermana, Josefa, asistió a la misa y posterior via crucis del Señor de la Sentencia desde una silla en el atrio de la basílica. Se emocionó tanto que acabó haciendo el recorrido completo tras las andas del Cristo.
Esteban, un hermano con problemas de visión, fue recogido por un armao y, tras la misa, se fue a un bar con algunos miembros de la centuria hasta las 23.30 horas. Su mujer cuenta que cuando llegó a casa se puso a llorar desconsoladamente por lo bien que le habían atendido.
Si alguien tuviera alguna duda de la labor social que realizan las hermandades, éste es un claro ejemplo de compromiso, dedicación y respeto de una hacia su mayor tesoro, amén de sus imágenes: sus hermanos, su memoria, su historia.
Esta idea surgió en el seno del grupo joven tras conocerse el caso de dos señoras que no pudieron recoger el pergamino que la corporación les iba a regalar cuando cumplieron las bodas de platino como hermanas. La hermandad les llevó el pergamino, un centro de flores y una foto de la Virgen de la Esperanza. Pero, ¿cuántos hermanos tendrían problemas similares?
Ante esta inquietud el grupo joven recogió a los dos primeros hermanos impedidos para acompañarles a asistir a la Función del Señor de la Sentencia y así se inauguró el programa. El colectivo trasladó la idea al teniente de hermano mayor Manuel García y al consiliaro de juventud Manuel Bello. La hicieron extensible a la junta de gobierno, que lo aprobó por unanimidad.
El programa tuvo tal éxito que se hizo extensivo a los otros colectivos macarenos -armaos, costaleros y diputados de tramo, etc-. Los grupos van rotando cada día de recogida de ancianos. Así mismo, hay cuatro categorías de voluntarios, dentro de cada grupo: con coche, acompañantes, voluntarios para recibir en la basílica a los ancianos una vez son recogidos y los que llaman por teléfono a los hermanos mayores de 70 años.
Actualmente están apuntados al programa 136 voluntarios repartidos entre los distintos grupos y, hasta ahora, han recogido a 81 ancianos para que participen en los distintos cultos de la hermandad.
Cada grupo nombra un coordinador y se reunen periódicamente para planificar los días. Por otra parte, se reparten por distritos a la hora de recoger a los ancianos, para no tener que desplazarse muy lejos.
Normalmente, como las personas que necesitan ayuda no avisan, los voluntarios que tienen asignada esta función llaman por teléfono ofreciéndose a ayudarlas ya sea mediante asistencia material o espiritual, también administrándole la comunión llevando a cada casa al rector de la basílica. Algunos han solicitado que le lleven a ver a sus hermanos carnales, ya que en muchos casos sus circunstancias imposibilitan que puedan verse. Dado el buen funcionamiento que está teniendo el programa, se está elaborando unas fichas de cada hermano impedido donde se exponen sus circunstancias y necesidades. La hermandad gestiona una atención integral, ya sea con medicinas, teleasistencia, un contrato especial con Telefónica cuyo coste es inferior al habitual y otro tipo de ayuda.
Al ser un programa de asistencia a personas que son historia viva de la hermandad, la cantidad de anécdotas e intrahistorias que disponen los voluntarios es enorme.
Uno de los casos que cuentan es el de Antonio Pérez, número 4 de la corporación, que llevaba casi año y medio sin bajar a la calle. Cuando lo recogieron, contaba que recordaba cuando se llevó al Señor de la Sentencia por la calle San Luis hasta su casa, junto a su abuelo y su padre, mientras se escuchaban disparos, en 1936. Casi ochenta años después de estos trágicos sucesos, Juan Ruíz, el hermano mayor, le dio unas potencias del Señor mientras lo cambiaban y Antonio se acercó al Señor y se puso a contarle cosas, como hacía cuando lo tenía en su casa.
Otra hermana, Josefa, asistió a la misa y posterior via crucis del Señor de la Sentencia desde una silla en el atrio de la basílica. Se emocionó tanto que acabó haciendo el recorrido completo tras las andas del Cristo.
Esteban, un hermano con problemas de visión, fue recogido por un armao y, tras la misa, se fue a un bar con algunos miembros de la centuria hasta las 23.30 horas. Su mujer cuenta que cuando llegó a casa se puso a llorar desconsoladamente por lo bien que le habían atendido.
Si alguien tuviera alguna duda de la labor social que realizan las hermandades, éste es un claro ejemplo de compromiso, dedicación y respeto de una hacia su mayor tesoro, amén de sus imágenes: sus hermanos, su memoria, su historia.
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lunes, 9 de junio de 2008
Hay historias que ponen el bello de punta y no precisamente de miedo. Aquella tarde en la capilla del Museo conocí un testimonio sobrecogedor de Manuel Caballero Pérez, vestidor de la Virgen de las Aguas entre otras imágenes.
Este señor aseguraba que la marcha "Amarguras" no es de Manuel Font de Anta, sino de su hermano, José Font de Anta. Cierto es que hay tres teorías sobre la ejecución de esta obra. La primera -y más extendida- señala que en el estudio sevillano de la Plaza de la Villa, se encontraban los dos hermanos, cuando recibieron una carta de su padre Manuel Font Fernández, por entonces director de la Banda Municipal de Sevilla, en la que solicitaba a su hijo Manuel la composición de la marcha que para la Virgen de la Amargura, le había encomendado en varias ocasiones. En la carta figuraba una bonita fotografía de la dolorosa que llevaba escrita la frase: “Ya que a mi no me haces caso, ¿serías capaz de negárselo a la Virgen que te mando?". La versión indica que, leída la carta, Manuel se sentó al piano y en pocas horas, compuso la melodía que instrumentaría su padre.
La segunda indica que meses antes de su muerte, José Font de Anta se autoproclamaba co-autor de la composición, aceptando la primera parte de la versión anterior e indicando que sentándose al piano comenzaron ambos a componer la marcha procesional.
La última versión surge cuatro años después del fallecimiento de José Font de Anta, es decir, en 1992, cuando los hijos de este prestigioso violinista obligaron al productor de la película "Semana Santa", Manuel Gutiérrez Aragón, a incluir en los títulos de crédito del documental a su padre como autor de “Amarguras” y de “Soleá dame la mano”, bajo la advertencia de impedir judicialmente la libre difusión del film, basándose en disponer de documentos que acreditaban al citado compositor como autor de la partitura original.
La historia
Llegados a este punto, desgrano la historia que vivió Manuel Caballero, amigo de las hijas de José Font de Anta.
Domingo de Ramos de 1988. La noche había caído sobre Sevilla cuando un silencio blanco se apoderaba de la calle Tetuán. Venía remontando la cofradía el susodicho vestidor cuando a la altura de la Campana se encuentra con un apagado José Font de Anta. Lo saluda y queda impresionado por su mal estado de salud. Vuelve la vista a la cofradía y ve de lejos el palio. Se despide.
Camina presuroso hasta que se encuentra de frente con el fiscal de paso al que, con mucho respeto, le dice: "hermano, en aquella esquina se encuentra José Font de Anta, autor de la marcha de la Virgen, que probablemente sea la última vez que la vea en la calle. Sé que el horario es el horario, pero sólo le pido que, si puede ser, detenga a la Virgen en ese sitio. Muchas gracias". El nazareno asiente.
Cuál sería su sorpresa que, cuando el palio llega a donde se encontraba el músico, empieza a revirar con "Amarguras" y se arría frente a un Font de Anta emocionado.
Curioso destino. Una marcha compuesta mirando una foto y, años después, es la Virgen quien mira al músico al son de su marcha. Meses más tarde falleció el citado compositor.
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Salieron de España en un viaje que creían de ida y vuelta. Sus padres les aseguraron que sería cuestión de pocos meses. Pero la Guerra Civil se alargó de manera infernal hasta que los golpistas se impusieron y acabaron con el Gobierno de la República. Ellos ya no regresaron.
España estaba incendiándose. No sólo el calor de aquel mes de julio era lo que reducía a cenizas el corazón del país.
Mientras la República se desangraba, los ciudadanos asistían pavorosos a la crueldad del conflicto. Centenares de miles de muertos, ciudades asoladas… Aunque aún haya quien piense que las heridas se han cerrado, realmente no es así. El mayor castigo de la guerra, como en cualquier conflicto, lo sufren los niños. Personas inocentes que cargaron con el peso de los errores cometidos por sus mayores tuvieron que abandonar el país huérfanos de padre y madre, para no volver.
En Barcelona, 456 niños huérfanos e hijos de combatientes republicanos fueron exiliados a Centroamérica por el Comité de Ayuda a los Niños del Pueblo Español, que presidía doña Amalia Solórzano, la esposa del Presidente de México, el general Lázaro Cárdenas del Río.
En medio de grandes manifestaciones populares de bienvenida, llegaron al puerto de Veracruz el 7 de junio de 1937; al día siguiente estaban en el Distrito Federal y el día 10 en la ciudad de Morelia, donde fueron alojados en dos casas acondicionadas para instalar el internado y áreas docentes de la Escuela Industrial España-México, de la que se nombró director a Lamberto Moreno.
Llegan los problemas
Al morir electrocutado uno de ellos, Francisco Nabot Satorres, se amotinaron y lograron la destitución del director, quien había dado muestras de hispanofobia. Fue sustituido por Paula Nava, quien fracasó en el cargo. A fines del año, llegó un nuevo director, Roberto Reyes Pérez, quien sabedor de la corrupción de algunos miembros del personal, se apoyó en profesores y empleados administrativos de filiación comunista para tener una relación menos tensa con los muchachos, de entre los cuales seleccionó a los que ejercían liderazgo sobre sus compañeros para imponer disciplina.
Una deficiencia de la educación recibida en Morelia fue que se omitió toda atención a la historia de España, lo que contribuyó a crear problemas de identidad entre los muchachos. Otro de los problemas fue el anticlericalismo de algunos niños, compartido plenamente por el director, que llevó a hostilidad contra los católicos del grupo.
Por su parte los españoles residentes en la ciudad se mostraron generosos con los niños, pero el afecto, y sobre todo el deseo de sustraerlos a la llamada educación socialista, motivaron algunos raptos, con frecuencia disfrazados de adopción, la que solo podían autorizar las más altas autoridades de la República.
En septiembre de 1939 habían dejado la escuela 167 niños, de los cuales cuatro eran desaparecidos, 21 se habían entregado a sus familiares, 16 al cónsul de España Agustín Millares Carlo, 29 niñas estaban con particulares por instrucciones presidenciales y nueve se entregaron a parientes y particulares recién llegados, por así haberlo dicho el secretario de educación pública.
Las cartas
“No pueden darse idea de mi sufrimiento. En un año he perdido mi casa, mi marido y estoy separada de mi hijo. He buscado por todos los medios la manera de poder ir al lado de lo que me queda del mundo: ¡Mi hijo!”, escribió María Rodríguez Pacheco, madre de un niño de once años que en junio de 1937 fue embarcado rumbo a México.
Esta y otras 31 misivas han sido recuperadas gracias al empeño del Ateneo Español en México y de la Embajada de España en ese país que han reunido, bajo el título La letra en que nació la pena, una recopilación de las cartas dirigidas a la presidenta de Comité de Ayuda a los Niños del Pueblo Español, María de los Ángeles de Chávez Orozco, durante los años 1937 a 1939.
La crudeza de la separación la resumió Ana Garrido en febrero de 1939 al reconocer aquel día de junio en que embarcó a sus hijos: “Sentía que el mundo caía encima mío y me ahogaba y fui más sentimental o más cobarde que las otras madres, que al último momento hice que me dieran a mi hijo pequeño”.
Narraciones impactantes como la de la madre de Francisco Nebot, quien falleció a los dos meses de llegar a México en un accidente fortuito: “He recibido sus cartas las que detallan los tristes días vividos por la horrible desgracia en que perdió la vida mi querido hijo”. A medida que la guerra se prolonga, la desesperación se apodera de las familias que piden ayuda a María de los Ángeles Chávez para que intermedie ante el Gobierno de Cárdenas y consiga que les acepten como refugiados.
Destino final
La mayoría de los niños nunca regresaron. Unos viven aún en México, otros ya han muerto. Hace pocos meses, los supervivientes de este exilio se reunieron con Zapatero, aunque su vida quedó marcada desde que partieron.
España estaba incendiándose. No sólo el calor de aquel mes de julio era lo que reducía a cenizas el corazón del país.
Mientras la República se desangraba, los ciudadanos asistían pavorosos a la crueldad del conflicto. Centenares de miles de muertos, ciudades asoladas… Aunque aún haya quien piense que las heridas se han cerrado, realmente no es así. El mayor castigo de la guerra, como en cualquier conflicto, lo sufren los niños. Personas inocentes que cargaron con el peso de los errores cometidos por sus mayores tuvieron que abandonar el país huérfanos de padre y madre, para no volver.
En Barcelona, 456 niños huérfanos e hijos de combatientes republicanos fueron exiliados a Centroamérica por el Comité de Ayuda a los Niños del Pueblo Español, que presidía doña Amalia Solórzano, la esposa del Presidente de México, el general Lázaro Cárdenas del Río.
En medio de grandes manifestaciones populares de bienvenida, llegaron al puerto de Veracruz el 7 de junio de 1937; al día siguiente estaban en el Distrito Federal y el día 10 en la ciudad de Morelia, donde fueron alojados en dos casas acondicionadas para instalar el internado y áreas docentes de la Escuela Industrial España-México, de la que se nombró director a Lamberto Moreno.
Llegan los problemas
Al morir electrocutado uno de ellos, Francisco Nabot Satorres, se amotinaron y lograron la destitución del director, quien había dado muestras de hispanofobia. Fue sustituido por Paula Nava, quien fracasó en el cargo. A fines del año, llegó un nuevo director, Roberto Reyes Pérez, quien sabedor de la corrupción de algunos miembros del personal, se apoyó en profesores y empleados administrativos de filiación comunista para tener una relación menos tensa con los muchachos, de entre los cuales seleccionó a los que ejercían liderazgo sobre sus compañeros para imponer disciplina.
Una deficiencia de la educación recibida en Morelia fue que se omitió toda atención a la historia de España, lo que contribuyó a crear problemas de identidad entre los muchachos. Otro de los problemas fue el anticlericalismo de algunos niños, compartido plenamente por el director, que llevó a hostilidad contra los católicos del grupo.
Por su parte los españoles residentes en la ciudad se mostraron generosos con los niños, pero el afecto, y sobre todo el deseo de sustraerlos a la llamada educación socialista, motivaron algunos raptos, con frecuencia disfrazados de adopción, la que solo podían autorizar las más altas autoridades de la República.
En septiembre de 1939 habían dejado la escuela 167 niños, de los cuales cuatro eran desaparecidos, 21 se habían entregado a sus familiares, 16 al cónsul de España Agustín Millares Carlo, 29 niñas estaban con particulares por instrucciones presidenciales y nueve se entregaron a parientes y particulares recién llegados, por así haberlo dicho el secretario de educación pública.
Las cartas
“No pueden darse idea de mi sufrimiento. En un año he perdido mi casa, mi marido y estoy separada de mi hijo. He buscado por todos los medios la manera de poder ir al lado de lo que me queda del mundo: ¡Mi hijo!”, escribió María Rodríguez Pacheco, madre de un niño de once años que en junio de 1937 fue embarcado rumbo a México.
Esta y otras 31 misivas han sido recuperadas gracias al empeño del Ateneo Español en México y de la Embajada de España en ese país que han reunido, bajo el título La letra en que nació la pena, una recopilación de las cartas dirigidas a la presidenta de Comité de Ayuda a los Niños del Pueblo Español, María de los Ángeles de Chávez Orozco, durante los años 1937 a 1939.
La crudeza de la separación la resumió Ana Garrido en febrero de 1939 al reconocer aquel día de junio en que embarcó a sus hijos: “Sentía que el mundo caía encima mío y me ahogaba y fui más sentimental o más cobarde que las otras madres, que al último momento hice que me dieran a mi hijo pequeño”.
Narraciones impactantes como la de la madre de Francisco Nebot, quien falleció a los dos meses de llegar a México en un accidente fortuito: “He recibido sus cartas las que detallan los tristes días vividos por la horrible desgracia en que perdió la vida mi querido hijo”. A medida que la guerra se prolonga, la desesperación se apodera de las familias que piden ayuda a María de los Ángeles Chávez para que intermedie ante el Gobierno de Cárdenas y consiga que les acepten como refugiados.
Destino final
La mayoría de los niños nunca regresaron. Unos viven aún en México, otros ya han muerto. Hace pocos meses, los supervivientes de este exilio se reunieron con Zapatero, aunque su vida quedó marcada desde que partieron.
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domingo, 8 de junio de 2008
(Publicado en la revista Pasión en Sevilla de junio)
La extinción de numerosas hermandades provocó el olvido de las imágenes que representaron el referente devocional de aquellos años. Sin embargo, hoy en día muchas de estas tallas continúan recibiendo culto, aunque casi nadie se percate de su verdadera historia
La ciudad vivía tiempos difíciles. Sevilla, tras la crisis profunda del XVII pierde su protagonismo económico; los siglos XVIII y XIX estuvieron marcados por el retraimiento político y económico de la ciudad, lo que provocó daños irreparables en el seno de muchas hermandades gremiales, que estaban sustentadas en la actividad comercial de sus integrantes. Otra circunstancia que se dio a lo largo de este periodo fueron las medidas institucionales que la Iglesia y el Gobierno implantaron para regular su funcionamiento –tal es el caso de las fusiones entre hermandades o las reformas de reglas obligadas-. En muchos casos, la situación se solucionaba mediante la aportación de un benefactor.
Sin embargo, no todas corrieron la misma suerte y desembocaron en una crisis que obligaba a la venta de enseres y a su extinción. Años después, en algunos casos, eran revitalizadas; en otros, el olvido se apoderó de ellas y desaparecieron de la memoria histórica de la ciudad. Una ciudad que es traicionera con su historia. Actualmente, las cofradías extinguidas se ven sometidas a una omisión que converge en el desconocimiento de la riqueza artística y cultural de estas corporaciones. Pero su raíz principal no ha muerto, sigue viva diseminada en muchos retablos de iglesias sevillanas. Otras, incluso, son actualmente titulares de hermandades y siguen siendo el referente de las devociones de muchos cofrades.
La ciudad vivía tiempos difíciles. Sevilla, tras la crisis profunda del XVII pierde su protagonismo económico; los siglos XVIII y XIX estuvieron marcados por el retraimiento político y económico de la ciudad, lo que provocó daños irreparables en el seno de muchas hermandades gremiales, que estaban sustentadas en la actividad comercial de sus integrantes. Otra circunstancia que se dio a lo largo de este periodo fueron las medidas institucionales que la Iglesia y el Gobierno implantaron para regular su funcionamiento –tal es el caso de las fusiones entre hermandades o las reformas de reglas obligadas-. En muchos casos, la situación se solucionaba mediante la aportación de un benefactor.
Sin embargo, no todas corrieron la misma suerte y desembocaron en una crisis que obligaba a la venta de enseres y a su extinción. Años después, en algunos casos, eran revitalizadas; en otros, el olvido se apoderó de ellas y desaparecieron de la memoria histórica de la ciudad. Una ciudad que es traicionera con su historia. Actualmente, las cofradías extinguidas se ven sometidas a una omisión que converge en el desconocimiento de la riqueza artística y cultural de estas corporaciones. Pero su raíz principal no ha muerto, sigue viva diseminada en muchos retablos de iglesias sevillanas. Otras, incluso, son actualmente titulares de hermandades y siguen siendo el referente de las devociones de muchos cofrades.
El Lavatorio
Fundada en la parroquia de San Esteban hacia 1598, se traslada al año siguiente a Santa María la Blanca. Esta hermandad poseía tres imágenes titulares de reconocido valor artístico, bajo las advocaciones del Sagrado Lavatorio de Nuestro Señor Jesucristo, Santo Cristo del Mandato y Madre de Dios del Pópulo, que iban representadas en tres pasos la tarde del Viernes Santo. Sólo las dos últimas siguen conservadas en la capilla sacramental de Santa María la Blanca, cobijadas en un retablo junto con una talla de San Juan Evangelista.
El primero de los pasos representaba el pasaje bíblico del Lavatorio de Jesucristo a los apóstoles en la última cena. El segundo, el crucificado del Mandato y, en el tercero, bajo palio, la Virgen del Pópulo.
Fueron pocos los años en los que esta cofradía haría estación de penitencia. La crisis que sufrió tuvo lugar a partir de mediados del XVII, dejando de procesionar desde 1662. Sin embargo, a iniciativa del canónigo Justino de Neve Chaves, se fusiona con la hermandad sacramental en 1672. La unión de estas dos corporaciones trajo consigo que el culto sacramental prevaleciera sobre el penitencial, a pesar de que las reglas especificaban que la fusión no haría perder el derecho a hacer estación de penitencia a la Catedral.
Curiosamente, la Hermandad del Lavatorio no está extinguida en la actualidad, sino inactiva, ya que el culto sacramental siguió desarrollándose hasta bien entrado el siglo XX, por lo que aún no han pasado los cien años necesarios según el Código Canónico que regula las asociaciones religiosas.
En cuanto a las tallas, el Cristo del Mandato es obra del imaginero Diego García de Santa Ana, fechada en 1599, el mismo año que la hermandad se trasladó a Santa María la Blanca, y que está realizado en pasta policromada. Cuando fue terminado, un viajero solicitó llevárselo hacia América, por lo que el autor tuvo que repetir la obra encargada por la hermandad el mismo año de su fundación, entregándola un año después. Según los historiadores, esta obra recuerda mucho al Cristo de la Expiración del Museo. Por otra parte, la advocación del Mandato viene dada por el mandato que dio Jesucristo a sus discípulos de “amaos los unos a los otros como yo os he amado”, y que Él cumplió al ser crucificado.
La talla de la Virgen del Pópulo es obra anónima atribuida a Pedro Nieto hacia 1640, de candelero para vestir, realizada en pasta el rostro y en madera las manos. La advocación del Pópulo, viene de los agustinos descalzos, que consagraron su convento en el Arenal, dedicado a esta devoción mariana y de ahí el posterior nombre de cárcel del Pópulo.
La talla de San Juan hay quien piensa que puede ser la antigua imagen del Señor del Lavatorio transformado, ya que mira hacia arriba estando en actitud de conversar con los apóstoles mientras se encontraba arrodillado lavando los pies. Sin embargo, esta teoría queda descartada por documentos que indican que la hermandad había pagado “113 reales por la cabeza, manos y vestiduras de San Juan”.
Fundada en la parroquia de San Esteban hacia 1598, se traslada al año siguiente a Santa María la Blanca. Esta hermandad poseía tres imágenes titulares de reconocido valor artístico, bajo las advocaciones del Sagrado Lavatorio de Nuestro Señor Jesucristo, Santo Cristo del Mandato y Madre de Dios del Pópulo, que iban representadas en tres pasos la tarde del Viernes Santo. Sólo las dos últimas siguen conservadas en la capilla sacramental de Santa María la Blanca, cobijadas en un retablo junto con una talla de San Juan Evangelista.
El primero de los pasos representaba el pasaje bíblico del Lavatorio de Jesucristo a los apóstoles en la última cena. El segundo, el crucificado del Mandato y, en el tercero, bajo palio, la Virgen del Pópulo.
Fueron pocos los años en los que esta cofradía haría estación de penitencia. La crisis que sufrió tuvo lugar a partir de mediados del XVII, dejando de procesionar desde 1662. Sin embargo, a iniciativa del canónigo Justino de Neve Chaves, se fusiona con la hermandad sacramental en 1672. La unión de estas dos corporaciones trajo consigo que el culto sacramental prevaleciera sobre el penitencial, a pesar de que las reglas especificaban que la fusión no haría perder el derecho a hacer estación de penitencia a la Catedral.
Curiosamente, la Hermandad del Lavatorio no está extinguida en la actualidad, sino inactiva, ya que el culto sacramental siguió desarrollándose hasta bien entrado el siglo XX, por lo que aún no han pasado los cien años necesarios según el Código Canónico que regula las asociaciones religiosas.
En cuanto a las tallas, el Cristo del Mandato es obra del imaginero Diego García de Santa Ana, fechada en 1599, el mismo año que la hermandad se trasladó a Santa María la Blanca, y que está realizado en pasta policromada. Cuando fue terminado, un viajero solicitó llevárselo hacia América, por lo que el autor tuvo que repetir la obra encargada por la hermandad el mismo año de su fundación, entregándola un año después. Según los historiadores, esta obra recuerda mucho al Cristo de la Expiración del Museo. Por otra parte, la advocación del Mandato viene dada por el mandato que dio Jesucristo a sus discípulos de “amaos los unos a los otros como yo os he amado”, y que Él cumplió al ser crucificado.
La talla de la Virgen del Pópulo es obra anónima atribuida a Pedro Nieto hacia 1640, de candelero para vestir, realizada en pasta el rostro y en madera las manos. La advocación del Pópulo, viene de los agustinos descalzos, que consagraron su convento en el Arenal, dedicado a esta devoción mariana y de ahí el posterior nombre de cárcel del Pópulo.
La talla de San Juan hay quien piensa que puede ser la antigua imagen del Señor del Lavatorio transformado, ya que mira hacia arriba estando en actitud de conversar con los apóstoles mientras se encontraba arrodillado lavando los pies. Sin embargo, esta teoría queda descartada por documentos que indican que la hermandad había pagado “113 reales por la cabeza, manos y vestiduras de San Juan”.
El Buen Viaje
Esta cofradía trianera fue fundada en 1596 por maestres, señores de las naos y pasajeros a Indias, radicaba en Santa Ana, donde aún se conservan el Santísimo Cristo del Socorro y la Virgen del Buen Viaje. La estación de penitencia se efectuaba la noche del Miércoles Santo.
El decaimiento de esta cofradía tuvo lugar tras la fusión con la hermandad de la Tentación de Cristo en el desierto y Nuestra Señora de los Peligros, que causó serios problemas en la corporación y acabó extinguiéndose a principios del XVIII.
La obra del crucificado se atribuye a Andrés de Ocampo hacia 1620, dada sus semejanzas con el Cristo de la Fundación de Los Negritos, y se encuentra en la cabecera de la nave de la epístola, sobre la puerta que conduce a la sacristía.
La Virgen del Buen Viaje es una preciosa talla de candelero, anónima y fechada en la primera mitad del XVII, que procesionaba bajo palio. Esta imagen se encuentra a ras de suelo en la capilla del bautismo de Santa Ana. Las advocaciones, tanto del Cristo como de la Virgen, son alusivas a los mareantes, que imploraban socorro y buen viaje para sus travesías, al igual que sucedía en San Esteban, con el Señor de la Salud y Buen Viaje a quien le rezaban los viajeros que salían por la Puerta de Carmona.
Esta cofradía trianera fue fundada en 1596 por maestres, señores de las naos y pasajeros a Indias, radicaba en Santa Ana, donde aún se conservan el Santísimo Cristo del Socorro y la Virgen del Buen Viaje. La estación de penitencia se efectuaba la noche del Miércoles Santo.
El decaimiento de esta cofradía tuvo lugar tras la fusión con la hermandad de la Tentación de Cristo en el desierto y Nuestra Señora de los Peligros, que causó serios problemas en la corporación y acabó extinguiéndose a principios del XVIII.
La obra del crucificado se atribuye a Andrés de Ocampo hacia 1620, dada sus semejanzas con el Cristo de la Fundación de Los Negritos, y se encuentra en la cabecera de la nave de la epístola, sobre la puerta que conduce a la sacristía.
La Virgen del Buen Viaje es una preciosa talla de candelero, anónima y fechada en la primera mitad del XVII, que procesionaba bajo palio. Esta imagen se encuentra a ras de suelo en la capilla del bautismo de Santa Ana. Las advocaciones, tanto del Cristo como de la Virgen, son alusivas a los mareantes, que imploraban socorro y buen viaje para sus travesías, al igual que sucedía en San Esteban, con el Señor de la Salud y Buen Viaje a quien le rezaban los viajeros que salían por la Puerta de Carmona.
Despedimiento y Virtudes
Esta hermandad fue fundada en 1565 y durante toda su historia sufrió numerosos traslados a otras sedes, al igual que sus imágenes, que han pasado de una punta a otra de la ciudad. Del Convento de San Agustín pasó a San Isidoro, donde se fusionó la originaria de las Virtudes con la del Despedimiento, haciendo estación de penitencia la tarde del Miércoles Santo. Se incorporó el misterio con la iconografía del Despedimiento de Jesucristo de su Santísima Madre, que estaba formado por el Señor, la Virgen, los apóstoles y las tres marías, situadas de la misma forma que el misterio del Duelo. Ruíz Gijón talló las andas de este misterio.
La pérdida del impuesto del pescado en 1818, gremio de la hermandad del Despedimiento, originó una grave crisis económica, a pesar de la unión con la hermandad del Dulce Nombre de María, que acabó por hacerla desaparecer.
Además del misterio del Despedimiento –ya perdido-, procesionaba el crucificado de las Virtudes y, tras la fusión con la hermandad del Dulce Nombre, una preciosa dolorosa.
El crucificado es una imagen anónima de finales del XVI, que desde 2001 se encuentra en la parroquia del Buen Pastor del barrio de Padre Pío, siendo trasladado desde la parroquia de San Gonzalo, donde llegó en 1974.
Por su parte, la Virgen del Dulce Nombre es obra de Juan de Astorga y hoy en día es la titular de la Hermandad de los Estudiantes, bajo la advocación de la Angustia, a pesar de que estuvo a punto de ser la titular de la Hermandad de San Gonzalo antes de que la Hermandad encargara a Lafarque la hechura de la imagen que se incendió años después.
Esta hermandad fue fundada en 1565 y durante toda su historia sufrió numerosos traslados a otras sedes, al igual que sus imágenes, que han pasado de una punta a otra de la ciudad. Del Convento de San Agustín pasó a San Isidoro, donde se fusionó la originaria de las Virtudes con la del Despedimiento, haciendo estación de penitencia la tarde del Miércoles Santo. Se incorporó el misterio con la iconografía del Despedimiento de Jesucristo de su Santísima Madre, que estaba formado por el Señor, la Virgen, los apóstoles y las tres marías, situadas de la misma forma que el misterio del Duelo. Ruíz Gijón talló las andas de este misterio.
La pérdida del impuesto del pescado en 1818, gremio de la hermandad del Despedimiento, originó una grave crisis económica, a pesar de la unión con la hermandad del Dulce Nombre de María, que acabó por hacerla desaparecer.
Además del misterio del Despedimiento –ya perdido-, procesionaba el crucificado de las Virtudes y, tras la fusión con la hermandad del Dulce Nombre, una preciosa dolorosa.
El crucificado es una imagen anónima de finales del XVI, que desde 2001 se encuentra en la parroquia del Buen Pastor del barrio de Padre Pío, siendo trasladado desde la parroquia de San Gonzalo, donde llegó en 1974.
Por su parte, la Virgen del Dulce Nombre es obra de Juan de Astorga y hoy en día es la titular de la Hermandad de los Estudiantes, bajo la advocación de la Angustia, a pesar de que estuvo a punto de ser la titular de la Hermandad de San Gonzalo antes de que la Hermandad encargara a Lafarque la hechura de la imagen que se incendió años después.
Antigua, Siete Dolores y Compasión
De todas las hermandades extinguidas, es probable que sea la más conocida. Esta señera hermandad se fundó a finales del XVI y gozó de gran popularidad, además de estar muy vinculada a la nobleza.
Desde su capilla del convento de San Pablo (actualmente de Montserrat), hacía estación de penitencia el Jueves Santo a la Catedral, donde realizaba una ofrenda de cera a la Virgen de la Antigua del templo metropolitano. Contaba con dos pasos: en el primero, un nazareno de talla académica bajo la advocación de Jesús Nazareno y en el segundo una dolorosa de talla completa arrodillada e iba bajo palio, con el nombre de Antigua, Siete Dolores y Compasión.
A finales del siglo XVIII, la paupérrima situación económica obligó a los hermanos a vender todos los enseres, como el palio, que fue a parar a la Hermandad del Valle y sigue conservándose. La crisis acabó por hacer desaparecer la corporación y las imágenes quedaron situadas en la parroquia de la Magdalena.
El nazareno es actualmente titular de la Hermandad de la Candelaria, documentado a principios del XVII con atribuciones a Roldán y Ocampo, siendo trasladado en 1880 a San Nicolás por mediación del párroco que solicitó una imagen que ocupara el vacío devocional que dejó el Señor de la Salud de los Gitanos.
La Virgen, por su parte, durante la Semana Santa de 1920 y 1921 se situó a los pies del crucificado de las Misericordias de Santa Cruz, aunque en la reciente reposición de Stabat Mater la hermandad decidió incorporar otra imagen. A día de hoy, continúa recibiendo culto en un retablo de un lateral de la parroquia de la Magdalena, enfrente de la Virgen de la Amparo, donde se ve sometida al olvido de un pueblo que, en su día, la tuvo como una de sus principales referentes devocionales.
De todas las hermandades extinguidas, es probable que sea la más conocida. Esta señera hermandad se fundó a finales del XVI y gozó de gran popularidad, además de estar muy vinculada a la nobleza.
Desde su capilla del convento de San Pablo (actualmente de Montserrat), hacía estación de penitencia el Jueves Santo a la Catedral, donde realizaba una ofrenda de cera a la Virgen de la Antigua del templo metropolitano. Contaba con dos pasos: en el primero, un nazareno de talla académica bajo la advocación de Jesús Nazareno y en el segundo una dolorosa de talla completa arrodillada e iba bajo palio, con el nombre de Antigua, Siete Dolores y Compasión.
A finales del siglo XVIII, la paupérrima situación económica obligó a los hermanos a vender todos los enseres, como el palio, que fue a parar a la Hermandad del Valle y sigue conservándose. La crisis acabó por hacer desaparecer la corporación y las imágenes quedaron situadas en la parroquia de la Magdalena.
El nazareno es actualmente titular de la Hermandad de la Candelaria, documentado a principios del XVII con atribuciones a Roldán y Ocampo, siendo trasladado en 1880 a San Nicolás por mediación del párroco que solicitó una imagen que ocupara el vacío devocional que dejó el Señor de la Salud de los Gitanos.
La Virgen, por su parte, durante la Semana Santa de 1920 y 1921 se situó a los pies del crucificado de las Misericordias de Santa Cruz, aunque en la reciente reposición de Stabat Mater la hermandad decidió incorporar otra imagen. A día de hoy, continúa recibiendo culto en un retablo de un lateral de la parroquia de la Magdalena, enfrente de la Virgen de la Amparo, donde se ve sometida al olvido de un pueblo que, en su día, la tuvo como una de sus principales referentes devocionales.
Ecce Homo y Virgen del Camino
Esta hermandad trianera está repleta de leyendas e intrahistorias dado el vacío histórico que la rodea. Se sabe que fue fundada en el hospital de los Santos Mártires de Triana, actualmente en la calle Pagés del Corro, allá por principios del XVI. La estación de penitencia a la parroquia de Santa Ana la realizaba el Jueves Santo con dos pasos.
La extinción de la hermandad estuvo causada por la crisis que vivió el comercio a comienzos del XVIII. Cuando esto sucedió, las imágenes se trasladaron a la iglesia de los Remedios, donde, en 1868, fueron trasladadas de nuevo a Santa Ana. De allí, la Virgen del Camino fue a parar a San Nicolás, coincidiendo con el traslado del Nazareno de la Antigua.
Por su parte, la imagen del Señor del Ecce Homo no se sabe exactamente donde acabó. Cuenta la leyenda que esta cofradía se fusionó con El Calvario, que estaba radicada en San Ildefonso.
Esta hermandad trianera está repleta de leyendas e intrahistorias dado el vacío histórico que la rodea. Se sabe que fue fundada en el hospital de los Santos Mártires de Triana, actualmente en la calle Pagés del Corro, allá por principios del XVI. La estación de penitencia a la parroquia de Santa Ana la realizaba el Jueves Santo con dos pasos.
La extinción de la hermandad estuvo causada por la crisis que vivió el comercio a comienzos del XVIII. Cuando esto sucedió, las imágenes se trasladaron a la iglesia de los Remedios, donde, en 1868, fueron trasladadas de nuevo a Santa Ana. De allí, la Virgen del Camino fue a parar a San Nicolás, coincidiendo con el traslado del Nazareno de la Antigua.
Por su parte, la imagen del Señor del Ecce Homo no se sabe exactamente donde acabó. Cuenta la leyenda que esta cofradía se fusionó con El Calvario, que estaba radicada en San Ildefonso.
Por este motivo, hay quienes piensan que la imagen del Ecce Homo se trasladó a esta iglesia y, de allí, a San Esteban, siendo la imagen actual de la corporación del Martes Santo bajo la advocación de Nuestro Padre Jesús de la Salud y Buen Viaje.
La Virgen del Camino es una talla de principios del XVIII de candelero arrodillada, siendo desconocida su autoría. Según algunos historiadores, esta imagen tiene rasgos semejantes a la Virgen de la Amargura. Actualmente se encuentra situada en el retablo de la nave del Evangelio de San Nicolás, el mismo sitio donde estuvieron situadas las imágenes de la cofradía de Los Gitanos, y donde probablemente compartió retablo con el actual Señor de la Salud de la Candelaria.
Todas estas imágenes forman parte de nuestro pasado, de parte de la cultura del pueblo sevillano que, a pesar del olvido al que han sido sometidas, siguen ahí, vivas, esperando que alguien reactive la devoción que antaño tuvieron. La reactivación de la memoria histórica también es necesaria en el ámbito de las hermandades y cofradías.
La Virgen del Camino es una talla de principios del XVIII de candelero arrodillada, siendo desconocida su autoría. Según algunos historiadores, esta imagen tiene rasgos semejantes a la Virgen de la Amargura. Actualmente se encuentra situada en el retablo de la nave del Evangelio de San Nicolás, el mismo sitio donde estuvieron situadas las imágenes de la cofradía de Los Gitanos, y donde probablemente compartió retablo con el actual Señor de la Salud de la Candelaria.
Todas estas imágenes forman parte de nuestro pasado, de parte de la cultura del pueblo sevillano que, a pesar del olvido al que han sido sometidas, siguen ahí, vivas, esperando que alguien reactive la devoción que antaño tuvieron. La reactivación de la memoria histórica también es necesaria en el ámbito de las hermandades y cofradías.
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(Publicado en ABC de Sevilla)
Corría el año 1521 cuando el I marqués de Tarifa, Fadrique Enríquez de Ribera, llega a Sevilla de Tierra Santa y se instala en el Palacio de San Andrés, que mandaron a construir sus padres Pedro Enríquez y Catalina de Ribera, que se encontraba cercano a una de las salidas de la ciudad, la Puerta de Carmona.
Cuenta la leyenda, que cuando el marqués regresó, terminó de erigir el palacio bajo la inspiración del pretorio de Poncio Pilatos y de ahí el nombre de «Casa de Pilatos». En realidad, la nomenclatura viene dada porque este ilustre personaje quedó tan impresionado del via crucis que se organizaba en Jerusalén, que comenzó a celebrarlo en Sevilla el primer viernes de marzo, partiendode la «capilla de las flagelaciones» de su palacio y concluyendo en un pilar de la Huerta de los Ángeles. Este recorrido piadoso simboliza los 997 metros (1321 pasos) que separaban el pretorio de Pilatos del Monte Calvario.
A partir de 1630, se cambió el lugar de comienzo y de finalización del via crucis, partiendo de la cruz que está ubicada en la fachada del actual Palacio de los Duques de Medinaceli y concluyendo en el humilladero de la Cruz del Campo, construído 1380 por una cofradía de negros y cercano al pilar donde anteriormente finalizaba.
Un acto piadoso que está considerado por los historiadores como el origen de la Semana Santa. Desde ese momento, las cofradías realizaban estación de penitencia al Templete hasta 1873, siendo la Hermandad de los Negritos la última en hacerlo, de ahí que se presida la «Cruz de las Toallas».
Pasa el tiempo y, en 1956, los descendientes del marqués de Tarifa vuelven a restablecerlo, patrocinando a una nueva corporación que se había creado en torno a este histórico culto, la Hermandad de la Pía Unión, compuesta por los distintos hermanos mayores de las cofradías de Sevilla y hermanos que, desde entonces, se dan de alta voluntariamente. Se promueve que catorce hermandades costeen los azulejos que están situados en los puntos donde se rezaban las catoce estaciones y que están representadas las imágenes cristíferas de esas hermandades.
Los dos primeros años procesionaba el Cristo de Medinaceli de la casa de Pilatos y, el otro, un nazareno que se encontraba en un convento cercano. Sin embargo sólo duró siete años, tras los cuales el cabildo general de la Pía Unión decidió rezarlo por el interior del palacio con el formato actual.
Cuenta la leyenda, que cuando el marqués regresó, terminó de erigir el palacio bajo la inspiración del pretorio de Poncio Pilatos y de ahí el nombre de «Casa de Pilatos». En realidad, la nomenclatura viene dada porque este ilustre personaje quedó tan impresionado del via crucis que se organizaba en Jerusalén, que comenzó a celebrarlo en Sevilla el primer viernes de marzo, partiendode la «capilla de las flagelaciones» de su palacio y concluyendo en un pilar de la Huerta de los Ángeles. Este recorrido piadoso simboliza los 997 metros (1321 pasos) que separaban el pretorio de Pilatos del Monte Calvario.
A partir de 1630, se cambió el lugar de comienzo y de finalización del via crucis, partiendo de la cruz que está ubicada en la fachada del actual Palacio de los Duques de Medinaceli y concluyendo en el humilladero de la Cruz del Campo, construído 1380 por una cofradía de negros y cercano al pilar donde anteriormente finalizaba.
Un acto piadoso que está considerado por los historiadores como el origen de la Semana Santa. Desde ese momento, las cofradías realizaban estación de penitencia al Templete hasta 1873, siendo la Hermandad de los Negritos la última en hacerlo, de ahí que se presida la «Cruz de las Toallas».
Pasa el tiempo y, en 1956, los descendientes del marqués de Tarifa vuelven a restablecerlo, patrocinando a una nueva corporación que se había creado en torno a este histórico culto, la Hermandad de la Pía Unión, compuesta por los distintos hermanos mayores de las cofradías de Sevilla y hermanos que, desde entonces, se dan de alta voluntariamente. Se promueve que catorce hermandades costeen los azulejos que están situados en los puntos donde se rezaban las catoce estaciones y que están representadas las imágenes cristíferas de esas hermandades.
Los dos primeros años procesionaba el Cristo de Medinaceli de la casa de Pilatos y, el otro, un nazareno que se encontraba en un convento cercano. Sin embargo sólo duró siete años, tras los cuales el cabildo general de la Pía Unión decidió rezarlo por el interior del palacio con el formato actual.
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(Publicado en la web pasionensevilla.tv y en el Boletín de La Amargura)
En 2007 se han cumplido las bodas de plata de la Beatificación de Santa Ángela de la Cruz. El 5 de noviembre de 1982 fue una fecha histórica para una Sevilla engalanada que se volcó con la visita del Papa Juan Pablo II. Según comenta Pérez Arangüena en ABC, eran “días que vale la pena vivir en presente, porque si la relevancia de un acontecimiento se mide por el tiempo de expectativa, nosotros llevamos dos mil años esperando al Papa”.
Eran las cinco en punto de la tarde del domingo 31 de octubre cuando el Santo Padre bajaba la escalinata del avión en Barajas, donde fue recibido por los Reyes. Desde el aeropuerto hasta el Ayuntamiento de Madrid estuvo acompañado por más de un millón de personas, tantas como se dieron cita al día siguiente en las murallas de Ávila para celebrar una eucaristía que daba el cierre a los actos del cuarto centenario de la muerte de Santa Teresa. Mientras, Sevilla se preparaba para la visita del Sumo Pontífice. El día 3 de noviembre amanecía engalanada la Giralda con banderas vaticanas y tapices de la Purísima Concepción y de Sor Ángela. El altar de Juan Laureano de Pina se levantaba en la Feria. Todo estaba preparado para el gran día, el día que Sor Ángela subió a los altares.
Meses antes de esta trascendental cita, se promulgó el decreto que aprobaba el milagro que Sor Ángela de la Cruz hizo por una joven sevillana, Concepción García, a quien una invocación a Madre la sacó del estado de coma y la curó de una gravísima neumonía, en 1938. Sevilla aguardaba impaciente, años clamando por su beatificación quedaban atrás, había llegado el día...
A las nueve menos cuarto de la mañana llegaba a Sevilla Juan Pablo II acompañado por Monseñor Amigo Vallejo. Desde que pisó nuestra ciudad, Su Santidad pudo percibir multitud de muestras de júbilo y emoción de los sevillanos que esperaron toda la noche en los lugares por los que pasaría el Papa.
La comitiva se detuvo en la Pasarela, donde el Ayuntamiento le dio oficialmente la bienvenida. La Banda Municipal interpretó varias marchas procesionales y el Alcalde, Don Luis Uruñuela, le hizo entrega de las llaves de la ciudad.
La Eucaristía
El campo de la Feria se preparó para que más de medio millón de personas pudieran asistir a la ceremonia, que fue oficiada en castellano. El baldaquino, que presentaba un aspecto impresionante, recogía las imágenes de los Santos Patronos de Sevilla y, en la parte superior, aparecía un cuadro de Sor Ángela, obra de Dubé de Luque. La Eucaristía gozó de una gran participación. Destacó la presencia de Doña María de las Mercedes, que representó a la Familia Real. El cardenal Bueno Monreal, aunque se encontraba muy enfermo, pudo acudir a la Misa. El Santo Padre le mostró su afecto con un abrazo, que fue aplaudido por la multitud. Habían llegado autobuses de todas las provincias andaluzas y peregrinos de Canarias. Mil quinientos sacerdotes repartieron la comunión y, dado el gran número de asistentes se requirió la ayuda del Ejército, que aportó camiones para que los concelebrantes pudieran hacer accesible el Sacramento a los que estaban al final del llano de los Remedios. Durante la homilía, Juan Pablo II dedicó unas palabras a los problemas sociales y económicos del campo andaluz, sin olvidar aspectos muy hondos de la religiosidad popular de nuestra tierra, como las hermandades y cofradías:
“La religiosidad que emana de vuestras cofradías y hermandades, creadas a lo largo de los siglos, debe ser respetada y cultivada como una forma de compromiso cristiano con las exigencias fundamentales del mensaje evangélico. Para vestir plásticamente sus sentimientos religiosos vuestro pueblo ha creado hermosas expresiones festivas o piadosas, que admira el mundo entero. Esta religiosidad es un válido camino hacia la plenitud de la salvación en Cristo”. Así mismo, no podía faltar en la Misa algo consustancial de Sevilla: el baile de los Seises. Esta ofrenda supuso el colofón de la ceremonia de Beatificación.
En la Catedral
Posteriormente Su Santidad acudió a la Catedral a orar ante la Virgen de los Reyes, que se encontraba en su paso tras haber salido extraordinariamente el 30 de octubre, con motivo de tan dichoso suceso. El recorrido hasta el templo metropolitano fue muy lento, debido al numeroso público que se encontraba en la Avenida de la Constitución con banderas de España y del Vaticano. El Papa, antes de entrar por la Puerta de la Asunción, bendijo al pueblo sevillano como muestra de agradecimiento por su cálida bienvenida, lo que provocó una salva de aplausos.
En el interior de la Catedral, ante la Patrona de la Archidiócesis sevillana se entonó una salve por todos los que se encontraban en el interior del templo. Tras esto, Juan Pablo II salió a pie por la Puerta de Palos y se dirigió al Palacio Arzobispal. Impresionante era el aspecto que presentaban la Plaza del Triunfo, la Plaza Virgen de los Reyes y las calles Mateos Gago y Alemanes. Miles de fieles ovacionaban a Su Santidad y la Giralda, engalanada, lo despedía con un repique de campanas. Una vez en el Palacio Arzobispal, desde el balcón agradeció al pueblo sevillano su acogida y dirigió el rezo del Ángelus.
En el Convento
Un momento que quedará grabado en la memoria histórica de todos los sevillanos que vivieron el acontecimiento fue cuando el Papa acudió al Convento para postrarse ante la tumba de Sor Ángela. Aunque en un principio no estaba previsto, el Sumo Pontífice llegó a una calle Sor Ángela de la Cruz atestada de público. El vehículo que lo traía se detuvo en la puerta del Convento, donde fue recibido por toda la congregación y por el Arzobispo. Una vez dentro se vivieron unos minutos de intimidad desbordante, como puede captar la instantánea realizada por una de las Hermanas de la Cruz. Estos versos de Caro Romero exponen de manera explícita los acontecimientos vividos a la vuelta de la esquina de San Juan de la Palma:
“Y vino un aire de andaluza Roma.`Domine, fact ut videam´, Saulo dijo.
Y la calle era imán de regocijo,
un pulmón de bandera y de paloma.
Las cuatro de una tarde policroma
en un camino de Emaús prolijo.
Helicóptero, torre y crucifijo.
El pastor va de blanco por la loma.
Venía de estar con Juan y con Teresa,
purísimos caprichos de estudiante
que amó a Chopin por una polonesa.
Y sorprendido al no escuchar un grito,
no es de extrañar que el dulce caminante
con Sor Ángela hablara tan bajito”.
Es de destacar, por su buen hacer, el dispositivo de seguridad montado para proteger a Juan Pablo II. El año anterior, concretamente el 13 de mayo, el Papa recibió unos disparos que pudieron costarle la vida. Por ello, tanto la Policía Nacional como el Cuerpo Superior de Policía formaron un cordón para que nadie pudiera acercarse. Por otra parte, las terrazas de los edificios cercanos a donde se encontraba, en todo momento fueron tomadas por francotiradores de la Policía Nacional.
La visita del Sumo Pontífice había sido tan importante, que las conclusiones de tan dichoso evento no pudieron extraerse hasta bien pasado el tiempo. Según el diario ABC, “la jornada vivida ayer por el pueblo sevillano ha sido tan extraordinariamente rica que dejará huella en nuestra acción futura. El comportamiento del pueblo, el contenido pastoral de la visita, las exigencias para los cristianos serán motivos de análisis sosegado y profundo que servirán de testimonio, de guía segura y estímulo para la esperanza. Lo único que hoy debemos destacar es el comportamiento de los ciudadanos, su ejemplar señorío, la sensibilidad para captar la intencionalidad de la visita del Santo Padre, más allá de la anécdota histórica, es decir, asumiendo el compromiso de ser ejemplo de la Iglesia de Cristo. Gracias, Sevilla”.
Eran las cinco en punto de la tarde del domingo 31 de octubre cuando el Santo Padre bajaba la escalinata del avión en Barajas, donde fue recibido por los Reyes. Desde el aeropuerto hasta el Ayuntamiento de Madrid estuvo acompañado por más de un millón de personas, tantas como se dieron cita al día siguiente en las murallas de Ávila para celebrar una eucaristía que daba el cierre a los actos del cuarto centenario de la muerte de Santa Teresa. Mientras, Sevilla se preparaba para la visita del Sumo Pontífice. El día 3 de noviembre amanecía engalanada la Giralda con banderas vaticanas y tapices de la Purísima Concepción y de Sor Ángela. El altar de Juan Laureano de Pina se levantaba en la Feria. Todo estaba preparado para el gran día, el día que Sor Ángela subió a los altares.
Meses antes de esta trascendental cita, se promulgó el decreto que aprobaba el milagro que Sor Ángela de la Cruz hizo por una joven sevillana, Concepción García, a quien una invocación a Madre la sacó del estado de coma y la curó de una gravísima neumonía, en 1938. Sevilla aguardaba impaciente, años clamando por su beatificación quedaban atrás, había llegado el día...
A las nueve menos cuarto de la mañana llegaba a Sevilla Juan Pablo II acompañado por Monseñor Amigo Vallejo. Desde que pisó nuestra ciudad, Su Santidad pudo percibir multitud de muestras de júbilo y emoción de los sevillanos que esperaron toda la noche en los lugares por los que pasaría el Papa.
La comitiva se detuvo en la Pasarela, donde el Ayuntamiento le dio oficialmente la bienvenida. La Banda Municipal interpretó varias marchas procesionales y el Alcalde, Don Luis Uruñuela, le hizo entrega de las llaves de la ciudad.
La Eucaristía
El campo de la Feria se preparó para que más de medio millón de personas pudieran asistir a la ceremonia, que fue oficiada en castellano. El baldaquino, que presentaba un aspecto impresionante, recogía las imágenes de los Santos Patronos de Sevilla y, en la parte superior, aparecía un cuadro de Sor Ángela, obra de Dubé de Luque. La Eucaristía gozó de una gran participación. Destacó la presencia de Doña María de las Mercedes, que representó a la Familia Real. El cardenal Bueno Monreal, aunque se encontraba muy enfermo, pudo acudir a la Misa. El Santo Padre le mostró su afecto con un abrazo, que fue aplaudido por la multitud. Habían llegado autobuses de todas las provincias andaluzas y peregrinos de Canarias. Mil quinientos sacerdotes repartieron la comunión y, dado el gran número de asistentes se requirió la ayuda del Ejército, que aportó camiones para que los concelebrantes pudieran hacer accesible el Sacramento a los que estaban al final del llano de los Remedios. Durante la homilía, Juan Pablo II dedicó unas palabras a los problemas sociales y económicos del campo andaluz, sin olvidar aspectos muy hondos de la religiosidad popular de nuestra tierra, como las hermandades y cofradías:
“La religiosidad que emana de vuestras cofradías y hermandades, creadas a lo largo de los siglos, debe ser respetada y cultivada como una forma de compromiso cristiano con las exigencias fundamentales del mensaje evangélico. Para vestir plásticamente sus sentimientos religiosos vuestro pueblo ha creado hermosas expresiones festivas o piadosas, que admira el mundo entero. Esta religiosidad es un válido camino hacia la plenitud de la salvación en Cristo”. Así mismo, no podía faltar en la Misa algo consustancial de Sevilla: el baile de los Seises. Esta ofrenda supuso el colofón de la ceremonia de Beatificación.
En la Catedral
Posteriormente Su Santidad acudió a la Catedral a orar ante la Virgen de los Reyes, que se encontraba en su paso tras haber salido extraordinariamente el 30 de octubre, con motivo de tan dichoso suceso. El recorrido hasta el templo metropolitano fue muy lento, debido al numeroso público que se encontraba en la Avenida de la Constitución con banderas de España y del Vaticano. El Papa, antes de entrar por la Puerta de la Asunción, bendijo al pueblo sevillano como muestra de agradecimiento por su cálida bienvenida, lo que provocó una salva de aplausos.
En el interior de la Catedral, ante la Patrona de la Archidiócesis sevillana se entonó una salve por todos los que se encontraban en el interior del templo. Tras esto, Juan Pablo II salió a pie por la Puerta de Palos y se dirigió al Palacio Arzobispal. Impresionante era el aspecto que presentaban la Plaza del Triunfo, la Plaza Virgen de los Reyes y las calles Mateos Gago y Alemanes. Miles de fieles ovacionaban a Su Santidad y la Giralda, engalanada, lo despedía con un repique de campanas. Una vez en el Palacio Arzobispal, desde el balcón agradeció al pueblo sevillano su acogida y dirigió el rezo del Ángelus.
En el Convento
Un momento que quedará grabado en la memoria histórica de todos los sevillanos que vivieron el acontecimiento fue cuando el Papa acudió al Convento para postrarse ante la tumba de Sor Ángela. Aunque en un principio no estaba previsto, el Sumo Pontífice llegó a una calle Sor Ángela de la Cruz atestada de público. El vehículo que lo traía se detuvo en la puerta del Convento, donde fue recibido por toda la congregación y por el Arzobispo. Una vez dentro se vivieron unos minutos de intimidad desbordante, como puede captar la instantánea realizada por una de las Hermanas de la Cruz. Estos versos de Caro Romero exponen de manera explícita los acontecimientos vividos a la vuelta de la esquina de San Juan de la Palma:
“Y vino un aire de andaluza Roma.`Domine, fact ut videam´, Saulo dijo.
Y la calle era imán de regocijo,
un pulmón de bandera y de paloma.
Las cuatro de una tarde policroma
en un camino de Emaús prolijo.
Helicóptero, torre y crucifijo.
El pastor va de blanco por la loma.
Venía de estar con Juan y con Teresa,
purísimos caprichos de estudiante
que amó a Chopin por una polonesa.
Y sorprendido al no escuchar un grito,
no es de extrañar que el dulce caminante
con Sor Ángela hablara tan bajito”.
Es de destacar, por su buen hacer, el dispositivo de seguridad montado para proteger a Juan Pablo II. El año anterior, concretamente el 13 de mayo, el Papa recibió unos disparos que pudieron costarle la vida. Por ello, tanto la Policía Nacional como el Cuerpo Superior de Policía formaron un cordón para que nadie pudiera acercarse. Por otra parte, las terrazas de los edificios cercanos a donde se encontraba, en todo momento fueron tomadas por francotiradores de la Policía Nacional.
La visita del Sumo Pontífice había sido tan importante, que las conclusiones de tan dichoso evento no pudieron extraerse hasta bien pasado el tiempo. Según el diario ABC, “la jornada vivida ayer por el pueblo sevillano ha sido tan extraordinariamente rica que dejará huella en nuestra acción futura. El comportamiento del pueblo, el contenido pastoral de la visita, las exigencias para los cristianos serán motivos de análisis sosegado y profundo que servirán de testimonio, de guía segura y estímulo para la esperanza. Lo único que hoy debemos destacar es el comportamiento de los ciudadanos, su ejemplar señorío, la sensibilidad para captar la intencionalidad de la visita del Santo Padre, más allá de la anécdota histórica, es decir, asumiendo el compromiso de ser ejemplo de la Iglesia de Cristo. Gracias, Sevilla”.
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El autor
- Javier Macías
- Periodista, licenciado en 2010 por la Universidad de Sevilla. Redactor interino de ABC y de la revista Pasión en Sevilla.
Nueva etapa
Tener un blog debe ir acompañado de tiempo y, sobre todo, ganas. Quizás haya sido la apatía la que ha generado que este espacio haya estado abandonado durante más de nueve meses.
Pero ahora, con un nuevo diseño y otros bríos vuelve a estar activo. He utilizado un programa llamado Artisteer y creo que es el motivo de la repetición de la palabra "Trial". Si alguien sabe cómo arreglarlo, puede enviarme un correo a javiermacias86@gmail.com.
Pido disculpas desde aquí por todo este tiempo y os animo a visitarlo y participar.
Gracias.
Pero ahora, con un nuevo diseño y otros bríos vuelve a estar activo. He utilizado un programa llamado Artisteer y creo que es el motivo de la repetición de la palabra "Trial". Si alguien sabe cómo arreglarlo, puede enviarme un correo a javiermacias86@gmail.com.
Pido disculpas desde aquí por todo este tiempo y os animo a visitarlo y participar.
Gracias.
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