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El ojo de Sevilla

El ojo de Sevilla
domingo, 8 de junio de 2008

(Publicado en la web pasionensevilla.tv y en el Boletín de La Amargura)


En 2007 se han cumplido las bodas de plata de la Beatificación de Santa Ángela de la Cruz. El 5 de noviembre de 1982 fue una fecha histórica para una Sevilla engalanada que se volcó con la visita del Papa Juan Pablo II. Según comenta Pérez Arangüena en ABC, eran “días que vale la pena vivir en presente, porque si la relevancia de un acontecimiento se mide por el tiempo de expectativa, nosotros llevamos dos mil años esperando al Papa”.
Eran las cinco en punto de la tarde del domingo 31 de octubre cuando el Santo Padre bajaba la escalinata del avión en Barajas, donde fue recibido por los Reyes. Desde el aeropuerto hasta el Ayuntamiento de Madrid estuvo acompañado por más de un millón de personas, tantas como se dieron cita al día siguiente en las murallas de Ávila para celebrar una eucaristía que daba el cierre a los actos del cuarto centenario de la muerte de Santa Teresa. Mientras, Sevilla se preparaba para la visita del Sumo Pontífice. El día 3 de noviembre amanecía engalanada la Giralda con banderas vaticanas y tapices de la Purísima Concepción y de Sor Ángela. El altar de Juan Laureano de Pina se levantaba en la Feria. Todo estaba preparado para el gran día, el día que Sor Ángela subió a los altares.
Meses antes de esta trascendental cita, se promulgó el decreto que aprobaba el milagro que Sor Ángela de la Cruz hizo por una joven sevillana, Concepción García, a quien una invocación a Madre la sacó del estado de coma y la curó de una gravísima neumonía, en 1938. Sevilla aguardaba impaciente, años clamando por su beatificación quedaban atrás, había llegado el día...
A las nueve menos cuarto de la mañana llegaba a Sevilla Juan Pablo II acompañado por Monseñor Amigo Vallejo. Desde que pisó nuestra ciudad, Su Santidad pudo percibir multitud de muestras de júbilo y emoción de los sevillanos que esperaron toda la noche en los lugares por los que pasaría el Papa.
La comitiva se detuvo en la Pasarela, donde el Ayuntamiento le dio oficialmente la bienvenida. La Banda Municipal interpretó varias marchas procesionales y el Alcalde, Don Luis Uruñuela, le hizo entrega de las llaves de la ciudad.

La Eucaristía
El campo de la Feria se preparó para que más de medio millón de personas pudieran asistir a la ceremonia, que fue oficiada en castellano. El baldaquino, que presentaba un aspecto impresionante, recogía las imágenes de los Santos Patronos de Sevilla y, en la parte superior, aparecía un cuadro de Sor Ángela, obra de Dubé de Luque. La Eucaristía gozó de una gran participación. Destacó la presencia de Doña María de las Mercedes, que representó a la Familia Real. El cardenal Bueno Monreal, aunque se encontraba muy enfermo, pudo acudir a la Misa. El Santo Padre le mostró su afecto con un abrazo, que fue aplaudido por la multitud. Habían llegado autobuses de todas las provincias andaluzas y peregrinos de Canarias. Mil quinientos sacerdotes repartieron la comunión y, dado el gran número de asistentes se requirió la ayuda del Ejército, que aportó camiones para que los concelebrantes pudieran hacer accesible el Sacramento a los que estaban al final del llano de los Remedios. Durante la homilía, Juan Pablo II dedicó unas palabras a los problemas sociales y económicos del campo andaluz, sin olvidar aspectos muy hondos de la religiosidad popular de nuestra tierra, como las hermandades y cofradías:
“La religiosidad que emana de vuestras cofradías y hermandades, creadas a lo largo de los siglos, debe ser respetada y cultivada como una forma de compromiso cristiano con las exigencias fundamentales del mensaje evangélico. Para vestir plásticamente sus sentimientos religiosos vuestro pueblo ha creado hermosas expresiones festivas o piadosas, que admira el mundo entero. Esta religiosidad es un válido camino hacia la plenitud de la salvación en Cristo”. Así mismo, no podía faltar en la Misa algo consustancial de Sevilla: el baile de los Seises. Esta ofrenda supuso el colofón de la ceremonia de Beatificación.

En la Catedral
Posteriormente Su Santidad acudió a la Catedral a orar ante la Virgen de los Reyes, que se encontraba en su paso tras haber salido extraordinariamente el 30 de octubre, con motivo de tan dichoso suceso. El recorrido hasta el templo metropolitano fue muy lento, debido al numeroso público que se encontraba en la Avenida de la Constitución con banderas de España y del Vaticano. El Papa, antes de entrar por la Puerta de la Asunción, bendijo al pueblo sevillano como muestra de agradecimiento por su cálida bienvenida, lo que provocó una salva de aplausos.
En el interior de la Catedral, ante la Patrona de la Archidiócesis sevillana se entonó una salve por todos los que se encontraban en el interior del templo. Tras esto, Juan Pablo II salió a pie por la Puerta de Palos y se dirigió al Palacio Arzobispal. Impresionante era el aspecto que presentaban la Plaza del Triunfo, la Plaza Virgen de los Reyes y las calles Mateos Gago y Alemanes. Miles de fieles ovacionaban a Su Santidad y la Giralda, engalanada, lo despedía con un repique de campanas. Una vez en el Palacio Arzobispal, desde el balcón agradeció al pueblo sevillano su acogida y dirigió el rezo del Ángelus.

En el Convento
Un momento que quedará grabado en la memoria histórica de todos los sevillanos que vivieron el acontecimiento fue cuando el Papa acudió al Convento para postrarse ante la tumba de Sor Ángela. Aunque en un principio no estaba previsto, el Sumo Pontífice llegó a una calle Sor Ángela de la Cruz atestada de público. El vehículo que lo traía se detuvo en la puerta del Convento, donde fue recibido por toda la congregación y por el Arzobispo. Una vez dentro se vivieron unos minutos de intimidad desbordante, como puede captar la instantánea realizada por una de las Hermanas de la Cruz. Estos versos de Caro Romero exponen de manera explícita los acontecimientos vividos a la vuelta de la esquina de San Juan de la Palma:

“Y vino un aire de andaluza Roma.`Domine, fact ut videam´, Saulo dijo.
Y la calle era imán de regocijo,
un pulmón de bandera y de paloma.

Las cuatro de una tarde policroma
en un camino de Emaús prolijo.
Helicóptero, torre y crucifijo.
El pastor va de blanco por la loma.

Venía de estar con Juan y con Teresa,
purísimos caprichos de estudiante
que amó a Chopin por una polonesa.

Y sorprendido al no escuchar un grito,
no es de extrañar que el dulce caminante
con Sor Ángela hablara tan bajito”.

Es de destacar, por su buen hacer, el dispositivo de seguridad montado para proteger a Juan Pablo II. El año anterior, concretamente el 13 de mayo, el Papa recibió unos disparos que pudieron costarle la vida. Por ello, tanto la Policía Nacional como el Cuerpo Superior de Policía formaron un cordón para que nadie pudiera acercarse. Por otra parte, las terrazas de los edificios cercanos a donde se encontraba, en todo momento fueron tomadas por francotiradores de la Policía Nacional.
La visita del Sumo Pontífice había sido tan importante, que las conclusiones de tan dichoso evento no pudieron extraerse hasta bien pasado el tiempo. Según el diario ABC, “la jornada vivida ayer por el pueblo sevillano ha sido tan extraordinariamente rica que dejará huella en nuestra acción futura. El comportamiento del pueblo, el contenido pastoral de la visita, las exigencias para los cristianos serán motivos de análisis sosegado y profundo que servirán de testimonio, de guía segura y estímulo para la esperanza. Lo único que hoy debemos destacar es el comportamiento de los ciudadanos, su ejemplar señorío, la sensibilidad para captar la intencionalidad de la visita del Santo Padre, más allá de la anécdota histórica, es decir, asumiendo el compromiso de ser ejemplo de la Iglesia de Cristo. Gracias, Sevilla”.

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El autor

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Periodista, licenciado en 2010 por la Universidad de Sevilla. Redactor interino de ABC y de la revista Pasión en Sevilla.

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