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El ojo de Sevilla
lunes, 9 de junio de 2008
Salieron de España en un viaje que creían de ida y vuelta. Sus padres les aseguraron que sería cuestión de pocos meses. Pero la Guerra Civil se alargó de manera infernal hasta que los golpistas se impusieron y acabaron con el Gobierno de la República. Ellos ya no regresaron.
España estaba incendiándose. No sólo el calor de aquel mes de julio era lo que reducía a cenizas el corazón del país.
Mientras la República se desangraba, los ciudadanos asistían pavorosos a la crueldad del conflicto. Centenares de miles de muertos, ciudades asoladas… Aunque aún haya quien piense que las heridas se han cerrado, realmente no es así. El mayor castigo de la guerra, como en cualquier conflicto, lo sufren los niños. Personas inocentes que cargaron con el peso de los errores cometidos por sus mayores tuvieron que abandonar el país huérfanos de padre y madre, para no volver.
En Barcelona, 456 niños huérfanos e hijos de combatientes republicanos fueron exiliados a Centroamérica por el Comité de Ayuda a los Niños del Pueblo Español, que presidía doña Amalia Solórzano, la esposa del Presidente de México, el general Lázaro Cárdenas del Río.
En medio de grandes manifestaciones populares de bienvenida, llegaron al puerto de Veracruz el 7 de junio de 1937; al día siguiente estaban en el Distrito Federal y el día 10 en la ciudad de Morelia, donde fueron alojados en dos casas acondicionadas para instalar el internado y áreas docentes de la Escuela Industrial España-México, de la que se nombró director a Lamberto Moreno.
Llegan los problemas
Al morir electrocutado uno de ellos, Francisco Nabot Satorres, se amotinaron y lograron la destitución del director, quien había dado muestras de hispanofobia. Fue sustituido por Paula Nava, quien fracasó en el cargo. A fines del año, llegó un nuevo director, Roberto Reyes Pérez, quien sabedor de la corrupción de algunos miembros del personal, se apoyó en profesores y empleados administrativos de filiación comunista para tener una relación menos tensa con los muchachos, de entre los cuales seleccionó a los que ejercían liderazgo sobre sus compañeros para imponer disciplina.
Una deficiencia de la educación recibida en Morelia fue que se omitió toda atención a la historia de España, lo que contribuyó a crear problemas de identidad entre los muchachos. Otro de los problemas fue el anticlericalismo de algunos niños, compartido plenamente por el director, que llevó a hostilidad contra los católicos del grupo.
Por su parte los españoles residentes en la ciudad se mostraron generosos con los niños, pero el afecto, y sobre todo el deseo de sustraerlos a la llamada educación socialista, motivaron algunos raptos, con frecuencia disfrazados de adopción, la que solo podían autorizar las más altas autoridades de la República.
En septiembre de 1939 habían dejado la escuela 167 niños, de los cuales cuatro eran desaparecidos, 21 se habían entregado a sus familiares, 16 al cónsul de España Agustín Millares Carlo, 29 niñas estaban con particulares por instrucciones presidenciales y nueve se entregaron a parientes y particulares recién llegados, por así haberlo dicho el secretario de educación pública.
Las cartas
“No pueden darse idea de mi sufrimiento. En un año he perdido mi casa, mi marido y estoy separada de mi hijo. He buscado por todos los medios la manera de poder ir al lado de lo que me queda del mundo: ¡Mi hijo!”, escribió María Rodríguez Pacheco, madre de un niño de once años que en junio de 1937 fue embarcado rumbo a México.
Esta y otras 31 misivas han sido recuperadas gracias al empeño del Ateneo Español en México y de la Embajada de España en ese país que han reunido, bajo el título La letra en que nació la pena, una recopilación de las cartas dirigidas a la presidenta de Comité de Ayuda a los Niños del Pueblo Español, María de los Ángeles de Chávez Orozco, durante los años 1937 a 1939.
La crudeza de la separación la resumió Ana Garrido en febrero de 1939 al reconocer aquel día de junio en que embarcó a sus hijos: “Sentía que el mundo caía encima mío y me ahogaba y fui más sentimental o más cobarde que las otras madres, que al último momento hice que me dieran a mi hijo pequeño”.
Narraciones impactantes como la de la madre de Francisco Nebot, quien falleció a los dos meses de llegar a México en un accidente fortuito: “He recibido sus cartas las que detallan los tristes días vividos por la horrible desgracia en que perdió la vida mi querido hijo”. A medida que la guerra se prolonga, la desesperación se apodera de las familias que piden ayuda a María de los Ángeles Chávez para que intermedie ante el Gobierno de Cárdenas y consiga que les acepten como refugiados.
Destino final
La mayoría de los niños nunca regresaron. Unos viven aún en México, otros ya han muerto. Hace pocos meses, los supervivientes de este exilio se reunieron con Zapatero, aunque su vida quedó marcada desde que partieron.
España estaba incendiándose. No sólo el calor de aquel mes de julio era lo que reducía a cenizas el corazón del país.
Mientras la República se desangraba, los ciudadanos asistían pavorosos a la crueldad del conflicto. Centenares de miles de muertos, ciudades asoladas… Aunque aún haya quien piense que las heridas se han cerrado, realmente no es así. El mayor castigo de la guerra, como en cualquier conflicto, lo sufren los niños. Personas inocentes que cargaron con el peso de los errores cometidos por sus mayores tuvieron que abandonar el país huérfanos de padre y madre, para no volver.
En Barcelona, 456 niños huérfanos e hijos de combatientes republicanos fueron exiliados a Centroamérica por el Comité de Ayuda a los Niños del Pueblo Español, que presidía doña Amalia Solórzano, la esposa del Presidente de México, el general Lázaro Cárdenas del Río.
En medio de grandes manifestaciones populares de bienvenida, llegaron al puerto de Veracruz el 7 de junio de 1937; al día siguiente estaban en el Distrito Federal y el día 10 en la ciudad de Morelia, donde fueron alojados en dos casas acondicionadas para instalar el internado y áreas docentes de la Escuela Industrial España-México, de la que se nombró director a Lamberto Moreno.
Llegan los problemas
Al morir electrocutado uno de ellos, Francisco Nabot Satorres, se amotinaron y lograron la destitución del director, quien había dado muestras de hispanofobia. Fue sustituido por Paula Nava, quien fracasó en el cargo. A fines del año, llegó un nuevo director, Roberto Reyes Pérez, quien sabedor de la corrupción de algunos miembros del personal, se apoyó en profesores y empleados administrativos de filiación comunista para tener una relación menos tensa con los muchachos, de entre los cuales seleccionó a los que ejercían liderazgo sobre sus compañeros para imponer disciplina.
Una deficiencia de la educación recibida en Morelia fue que se omitió toda atención a la historia de España, lo que contribuyó a crear problemas de identidad entre los muchachos. Otro de los problemas fue el anticlericalismo de algunos niños, compartido plenamente por el director, que llevó a hostilidad contra los católicos del grupo.
Por su parte los españoles residentes en la ciudad se mostraron generosos con los niños, pero el afecto, y sobre todo el deseo de sustraerlos a la llamada educación socialista, motivaron algunos raptos, con frecuencia disfrazados de adopción, la que solo podían autorizar las más altas autoridades de la República.
En septiembre de 1939 habían dejado la escuela 167 niños, de los cuales cuatro eran desaparecidos, 21 se habían entregado a sus familiares, 16 al cónsul de España Agustín Millares Carlo, 29 niñas estaban con particulares por instrucciones presidenciales y nueve se entregaron a parientes y particulares recién llegados, por así haberlo dicho el secretario de educación pública.
Las cartas
“No pueden darse idea de mi sufrimiento. En un año he perdido mi casa, mi marido y estoy separada de mi hijo. He buscado por todos los medios la manera de poder ir al lado de lo que me queda del mundo: ¡Mi hijo!”, escribió María Rodríguez Pacheco, madre de un niño de once años que en junio de 1937 fue embarcado rumbo a México.
Esta y otras 31 misivas han sido recuperadas gracias al empeño del Ateneo Español en México y de la Embajada de España en ese país que han reunido, bajo el título La letra en que nació la pena, una recopilación de las cartas dirigidas a la presidenta de Comité de Ayuda a los Niños del Pueblo Español, María de los Ángeles de Chávez Orozco, durante los años 1937 a 1939.
La crudeza de la separación la resumió Ana Garrido en febrero de 1939 al reconocer aquel día de junio en que embarcó a sus hijos: “Sentía que el mundo caía encima mío y me ahogaba y fui más sentimental o más cobarde que las otras madres, que al último momento hice que me dieran a mi hijo pequeño”.
Narraciones impactantes como la de la madre de Francisco Nebot, quien falleció a los dos meses de llegar a México en un accidente fortuito: “He recibido sus cartas las que detallan los tristes días vividos por la horrible desgracia en que perdió la vida mi querido hijo”. A medida que la guerra se prolonga, la desesperación se apodera de las familias que piden ayuda a María de los Ángeles Chávez para que intermedie ante el Gobierno de Cárdenas y consiga que les acepten como refugiados.
Destino final
La mayoría de los niños nunca regresaron. Unos viven aún en México, otros ya han muerto. Hace pocos meses, los supervivientes de este exilio se reunieron con Zapatero, aunque su vida quedó marcada desde que partieron.
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El autor
- Javier Macías
- Periodista, licenciado en 2010 por la Universidad de Sevilla. Redactor interino de ABC y de la revista Pasión en Sevilla.
Nueva etapa
Tener un blog debe ir acompañado de tiempo y, sobre todo, ganas. Quizás haya sido la apatía la que ha generado que este espacio haya estado abandonado durante más de nueve meses.
Pero ahora, con un nuevo diseño y otros bríos vuelve a estar activo. He utilizado un programa llamado Artisteer y creo que es el motivo de la repetición de la palabra "Trial". Si alguien sabe cómo arreglarlo, puede enviarme un correo a javiermacias86@gmail.com.
Pido disculpas desde aquí por todo este tiempo y os animo a visitarlo y participar.
Gracias.
Pero ahora, con un nuevo diseño y otros bríos vuelve a estar activo. He utilizado un programa llamado Artisteer y creo que es el motivo de la repetición de la palabra "Trial". Si alguien sabe cómo arreglarlo, puede enviarme un correo a javiermacias86@gmail.com.
Pido disculpas desde aquí por todo este tiempo y os animo a visitarlo y participar.
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2 comentarios:
Dolorosa Memoria que merecer ser contada.
Un placer descubrir tu blog, aquí tienes una lectora.
Un saludo.
El Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos mantiene abierta al público la exposición Las vías del exilio. Niños de Morelia: un éxodo a México, como un homenaje a estos niños de guerra. Sus testimonios nos permiten hoy reconstruir parte de la historia de una generación que sufrió los horrores de la guerra y el desarraigo.
http://www.conaculta.gob.mx/multimedia/salavirtual/vias/index.html
http://www.carteleramuseoferrocarriles.blogspot.com/
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